
Y así un martes por la tarde secuestro y luego escondió de manera perfecta los sentimientos de su vecina, con la esperanza de devolvérselos mas adelante y reclamar algún tipo de recompensa o compensación no tanto económica sino mas bien cariñosa.
Los escondió tan pero tan bien, que se le hizo sumamente difícil luego encontrarlos y convencerlos que él era el destinatario de esos sentimientos, de todos, los más amorosos y los más repugnantes, no estaba Gutierrez en condición de elegir.
Trato durante días, semanas, meses y luego años.
Busco en su mesita de luz, debajo de la cama, detrás de las macetas de albahaca y romero (dos elechos a los que había bautizado con esos nombres), en la terraza de la casa, dentro de sus pantuflas de conejito, mezclados con sus cd´s de Blondie, pero toda búsqueda fue en vano.
Décadas después abandono la búsqueda, su vecina se había casado hace un par de años ya y sus encantos juveniles la abandonaron horas después.
Gutierrez afirma haber visto a los sentimientos una tarde de otoño paseando frente al mar mientras reían y corrían sin temor alguno de ser encontrados.