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5.2.08

We come to feel you


Confieso que me he vuelto un tanto adicto a mi biografía.

Insisto en verla una y mil veces, cuadro por cuadro, es que necesito ver si alguno de mis movimientos me delata.


La escena que tiene toda mi atención transcurre una tarde de otoño en donde todo florecía amablemente, mientras nevaba de forma apacible y unos 34º hacían que la gente dueña de los kioscos y almacenes suba el precio de dos litros de gaseosa cola a $7.50 y a todo el mundo le parecía normal.


Para ese entonces yo ofrecía mis servicios de justiciero moderno.


Pegaba carteles en las casetas telefónicas y casas de té, con mi número de celular y mi mail ofreciendo mis servicios de rescate.


-"No importa tu edad, sexo o credo, si esta en problemas no dude en llamarme (tarifas accesibles), cambio lamparitas quemadas y hago tartas de jamón y queso, defiendo al débil del poderoso y pelo cebollas sin llorar. Atención las 24 horas"


Y paseaba en mi caballo esperando que sea la hora de la puesta del sol y esperando ver quien necesitaba de mi ayuda para ser socorrido/a.


Obviamente al encontrarme con el problema que había sido llamado a resolver, mis respuestas eran siempre las mismas (con leves variaciones):


-"parece un problema personal, prefiero no meterme"
-“no traje mis herramientas, sabrá usted disculparme”
-“no no, eso es un trabajo para Aquaman o Flash”


En realidad no me interesaba en lo más mínimo rescatar o socorrer a las personas, estaba más interesado en desarrollar mi sentido de egoísmo, mil veces dejado de lado por atender la vida de los demás, dejando el desarrollo y la trama en manos de otros, estaba interesado en la salida honrosa, estaba interesado en dejar esa imagen perfecta de final feliz de hollywood en la cual el héroe resigna todo (fama fortuna y el amor de una mujer) y parte al pueblo próximo a cumplir con su trabajo, la mayoría de las veces solía alejarme simulando una escena de cámara lenta, mientras silbaba una tonada pegadiza y el sol me daba la iluminación deseada.

Incluso hubo veces en las que me olvide donde había estacionado mi caballo y yo mismo fui haciendo el ruido del galope para darle realismo a la escena.

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